Tal vez haya dejado algún fleco suelto en la trilogía, así que con estas breves palabras quiero cerrar todo cuanto quedó dicho.
Efectivamente, las tropelías y que empresarios y vendedores poco honrados cometieron hasta 2007, han constituido una purga bastante más beneficiosa de lo que pueda aparentar la situación. Sin embargo, a poco que se está volviendo a levantar la economía, y se ve algo más de actividad, parece ser que la supuesta parte ancha de la cuerda está volviendo a hacer de las suyas y a cobrar por lo que nos tratan de vender lo que efectivamente no vale.
Mi respuesta ante esto es contundente: la parte ancha de la cuerda es el comprador. El comprador es el que decide comprar un bien A o un bien B, en un sitio alfa o en un sitio beta, o puede decidir ahorrarlo o meterle fuego si no está muy bien de la cabeza. Si objetivamente, parece que hemos de regalarles el dinero por el mero hecho de adquirir algo en propiedad, o arrendar un servicio, en lo que a nosotros respecta debe ser más conveniente que se ahorre ese dinero o se gaste en la medida en que se den las objetividades y objetivos ya aducidos. Si antes o después, con este tipo de determinaciones, no ceden de la subjetividad y el ánimo de lucro excesivo que les nubla a la objetividad deseada en cuanto al trato que ha de dispensarse al comprador, pues se tendrán que comer las patas como los pulpos.
No os dejéis avasallar por los crápulas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario