Ocurrió en el año 2000. Con 14 años y en apenas 6 meses, Jonathan G. Lebed hizo una fortuna operando por Internet, hasta que la Comisión de Valores de los Estados Unidos (SEC) lo pescó y descubrió un fraude valorado en un cuarto de millón de dólares.
Cuando los agentes de la SEC golpeó la puerta de la familia Lebed en Nueva Jersey descubrieron que no era el padre el travieso inversor sino su hijo y que había usado la cuenta de sus padres a espaldas de ellos. El niño confesó que estaba enganchado en la Bolsa desde hacía dos años y que siempre le habían gustado los números, comenzando todo cuando escuchaba las noticias financieras.
El asunto se solucionó sin llegar a los tribunales ya que Jonathan y su familia accedieron a devolver los 272.000 dólares obtenidos en 11 operaciones fraudulentas. Sin embargo el menor pudo retener otro millón de dólares obtenido en 16 operaciones que se consideraron legales.
Modus Operandi
El niño comienza con 8.000 dólares de la cuenta de su padre y compraba acciones de pequeñas compañías con muy poca liquidez. Luego de adquirirlas enviaba cientos de mails haciéndose pasar por asesor financiero, siempre con nombres falsos y con los siguientes rumores:
"Hay que comprar estas acciones en forma urgente, valdrán diez veces más en poco tiempo".
Decenas de inversores picaron una y otra vez y contribuyeron inconscientemente a sobrevalorar estos papeles. Cuando la operación se cerraba el niño estaba muy tranquilo en su escuela. La investigación duró 2 años.
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